EL PERSONAJE
De niño enclenque a hombre de acero.
El día 3 de octubre de 1880, a las once y media de la noche nace en 
una humilde casa de Santa Margarita un niño al que bautizan con el
nombre de  Juan March Ordinas, el hijo menor del matrimonio
formado por Juan March Estelrich y Maciana Ordinas Pastor, los
cuales dos años antes habían concebido a su hija primogénita. 
Débil y enfermizo, pero dotado de una inteligencia extraordinaria
pronto se convertiría en el favorito de su abuelo, el patriarca de la
familia March. La madre del joven March fallecería a la edad de 32
años, cuando su hijo pequeño tenía solamente 7, y este suceso
marcaría sobremanera a aquel niño enclenque que hasta aquel fatídico desenlace estuvo 
siempre protegido por su madre.
Al poco tiempo de fallecer  su madre, el joven huérfano es ingresado por su padre en el
colegio de Santa Teresa del Pont d’Inca en régimen de pensionista. En este riguroso
internado de la recién surgida burguesía solamente se permitía a los niños visitar a su
familia una vez al mes. No se había cumplido todavía un año de su ingreso cuando el
director lo expulsaría  de forma totalmente injusta.
El abuelo del joven March, vio en su nieto los atributos de los que carecían sus hijos, por
ello en 1894 hizo que sus dos hijos varones constituyeran una sociedad mercantil
denominada “March Hermanos” que continuaría con su actividad de exportación de
productos agrícolas y ganaderos. Tras un breve periodo de practicas en casa de unos
comerciantes de Alcudia (la familia Qués), el joven March se encargaría de llevar la
contabilidad, primero de la empresa de su abuelo y después de la recién fundada
empresa familiar “March Hermanos”. En aquellos momentos en joven March contaba
solamente 10 años de edad. 
Aquel niño se fue convirtiendo en un hombre de acero, forjado por las grandes
dificultades que tuvo que vencer en los primeros años de su vida, dificultades que
marcaron para siempre su personalidad en el futuro, en el que, lejos de amedrentarse se
fue creciendo ante las adversidades.
De donde era Juan March. 
Despejaremos esta incógnita utilizando un fragmento de una de las
famosas obras publicadas por su paisano y colaborador Joan Mascaró
Fornés: “Nací en una isla del Mediterráneo, en el lugar más bello de
la tierra. Era a principios de siglo, cuando el ruido de los coches
todavía no había interrumpido la paz de las carreteras y de los
caminos, y cuando el azul claro del cielo todavía no había sido
profanado por el ruido brutal de los aviones”, la brillante descripción
de Mascaró no deja lugar a dudas, se trata de Mallorca.
Los antepasados de Juan March procedían de Pollença, una bella población  situada en
el norte de la isla y emigraron a Santa Margarita durante el siglo XVII en búsqueda de
tierra fértiles para la producción y posterior exportación de productos agrícolas y
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  • ganaderos, ésta fue la razón por la cual nuestro protagonista vio la luz en Santa
    Margarita aquel lejano 3 de octubre de 1880. Concretamente en una humilde casa de la
    calle de La Salle propiedad de una hermana de su padre, en esta casa viviría durante
    años la familia March-Ordinas porque no tenia un techo propio donde cobijarse. Pero a
    pesar de sus raíces norteñas, lo cierto es que  en 1953 a los 72 años cumplidos fue
    nombrado “hijo adoptivo de Capdepera”, el municipio natal de su mujer.
    Donde vivió. 
    Juan March Ordinas vivió durante su niñez, juventud y adolescencia
    en una modesta casa que pertenecía a una tía suya, esta humilde
    vivienda carecía de las más elementales comodidades.
    Este fue el
    motivo por el cual la máxima puntuación de la escala de valores del
    joven March fuera precisamente poseer una gran casa situada en el
    centro del municipio, con de todas las comodidades que se podía
    dotar a una vivienda en aquella época. Por ello y con el pretexto de
    su enlace nupcial con Leonor Servera, su padre construyó para él una 
    magnífica casa le haría sentir por primera vez “el poder”. 
    Ni que decir tiene, que aquella primera escala de valores no le duró mucho tiempo,
    March quería más, más y más... más riquezas y por consiguiente más poder, además de
    sus riquezas casi incalculables llegó a acumular durante su vida una extraordinaria
    colección de los mejores palacios y hoteles que se podían pagar con dinero, ubicados
    estratégicamente en las principales ciudades europeas. 
    Durante sus 81 años de existencia fue un viajero infatigable, visitó la mayor parte del
    planeta, pero sería  en Mallorca su isla paradisíaca donde pasaría más tiempo,
    concretamente en los municipios de  Santa Margarita, Palma, Cala Ratjada lugar de
    Capdera, Ses Salinas y Lloseta. A pesar de que Mallorca era su debilidad, por diversas
    razones (negocios, persecuciones judiciales y gubernamentales, guerras y también como
    no las amorosas) residió durante largas temporadas en sus palacios y mansiones de
    Madrid, París, Biarritz, Roma, Suiza y también en los hoteles más lujosos  de Orán,
    Valencia, Barcelona, Madrid, París, Biarritz, Berlín, Roma, Londres, Tánger, Nueva
    York, Nueva Orleáns y México. Pero no todo fueron victorias en la biografía de Juan
    March, puesto que también y muy a su pesar, le tocó vivir una larga temporada en la
    cárcel, concretamente en  las prisiones de La Modelo  y Alcalá de Henares. 
    El poder, la gran obsesión de Juan March.
    EL FIN: EL PODER
    EL MEDIO: EL DINERO
    LA FORMA: LA CORRUPCIÓN
    Desde su etapa de adolescente  Juan March confeccionó su propia
    escala de valores que fue variando con el paso del tiempo, como nos
    ocurre a todos, pero nunca modifico 
    su prioridad principal, el
    número 10 de su escala de valores: El Poder. Ciertamente lo utilizó
    de una forma singular, no le gustaba que le adulasen, no presumía
    jamás de él, y además lo utilizaba de forma contenida y discreta. 
     
    El joven March no tardó en darse cuenta que el medio para conseguir el poder era el
    dinero, y la forma para convertir el dinero en poder era la compra de voluntades, dicho
    de una forma más clara: la corrupción. Tardó menos si cabe, en aprender que el poder y
    el dinero granjeaban la admiración, el respeto y la subordinación de mayor parte de las
    personas, de una sociedad hipócrita que se arrodilla ante los vencedores, no en vano
    March solía decir: 
    Si robas un pan, te llamarán ladrón. 
    Si robas un millón, te dirán estafador. 
    Pero si robas cientos de millones, te llamarán magnate y se arrodillarán ante ti.
    Es más, en una ocasión durante la dictadura de Primo de Rivera, mi abuelo le preguntó a
    su tío por el Estado, y Juan March utilizando una famosa cita de Luis XIV, le contestó
    en un perfecto francés: “L’état c’est moi”, (El estado soy yo). 
    Además de los de gran envergadura, tenemos constancia de algunos ejemplos
    ilustrativos de la utilización de su poder de forma totalmente gratuita, simplemente
    haciendo  favores sin contraprestación alguna por ello, cosa por cierto bastante rara en
    él. Lo cual nos lleva a pensar que además de ejercer de buen samaritano,  Juan March
    disfrutaba usando su inmenso poder.
    Como se hizo rico Juan March.
    Juan March generaba dinero con todo lo que tocaba, multiplicaba el
    dinero como por arte de magia, su visión comercial llegaba a limites
    inimaginables: era capaz de vender hielo a los esquimales, para él lo
    importante no era tener dinero sino ganarlo. El primer capital del que
    dispuso lo sustrajo hábilmente de la caja de la empresa familiar
    “March Hermanos”, al  enterarse su padre le propino una gran paliza
    que le reventó la nariz, sellando así con su propia sangre la primera
    piedra de su imperio financiero.
    Se dedico a todas las actividades imaginables, las más destacadas fueron la parcelación
    de fincas rústicas, el contrabando de tabaco, de víveres, de armas, de alcohol, así como
    sus empresas mineras, madereras, eléctricas, petroquímicas, navieras,
    periodísticas y  bancarias. Pero sin duda sus mayores ingresos que lo
    convirtieron en una de las mayores fortunas del mundo provinieron
    del contrabando, del asalto a la Canadiense y también de las grandes
    cantidades  que los ministerios de defensa Alemán y Británico
    depositaron en su bolsillo durante las dos Guerras Mundiales.
    El caso Garau.
    En 1916 fue asesinado Rafael Garau en Valencia, hijo del socio de
    Juan March en sus fabricas de tabaco en Orán, este hecho
    desencadenaría una guerra y todo un culebrón entre la familia Garau
    y Juan March que se dilataría en el tiempo durante dos décadas.
    Aunque jamás pudo probarlo, José Garau acusó a Juan March de
    haber planeado el asesinato de su hijo, el móvil esgrimido fue la
    relación extramatrimonial que mantenía la esposa de Juan March
    con Rafael Garau, este extremo se probó  documentalmente mediante las cartas y joyas
    que la mujer de Juan March había remitido al malogrado contrabandista. Pero este
    asunto de infidelidad, lo único que probaría de forma irrefutable fue el adulterio Leonor
    Servera Melis, de la cual estuvo a punto de separarse nuestro protagonista, pero
    finalmente opto por guardar las apariencias de un matrimonio que de hecho se había roto
    irremisiblemente para siempre a raíz de aquel escándalo. 
    José Garau juró acabar con Verga, pero el resultado fue muy distinto, se añadirían otros
    cuatro ataúdes en el cementerio y José Garau sería condenado  por extorsión a 2 meses
    prisión  y su hijo Francisco por asesinato a 6 años de cárcel. En el año 1933 la familia
    Garau exhausta y prácticamente en la ruina presentaría la capitulación ante Juan March.
    El hombre más perseguido de España.
    Nunca le regalaron nada a Juan March, la primera orden de búsqueda
    y captura contra él se cursó en 1909 cuando el joven Verga contaba
    solamente 28 años de edad, por tal motivo tuvo que huir a Orán con
    lo puesto. En el año 1923 el Dictador Primo de Rivera inició contra
    él un macro proceso para meterlo entre rejas, Juan March tuvo que
    cruzar la frontera con Francia disfrazado de fraile y movilizar todas
    sus influencias, especialmente las Francesas, y como no, las  de su
    talonario para obtener la absolución del dictador. En el año 1932
    sufrió su segunda gran persecución en esta ocasión por parte de la
    Segunda República que decretaría su ingreso en prisión, de la cual se
    escapó a los 17 meses atravesando la frontera con Gibraltar oculto bajo una manta en el
    asiento trasero del coche de su secretario. La última y tímida orden de arresto provino de
    Franco, con el cual Juan March había tenido sus primeros roces en plena Guerra Civil,
    March consideraba a Franco un fantoche, que dilataba la guerra innecesariamente y con
    ello el sufrimiento del pueblo Español, con el único fin de quitarse de en medio futuros
    adversarios y aumentar su prestigio personal.  
    Su agitada vida sentimental.
    Esta faceta poco divulgada de la vida de Juan March empezó en sus
    primeros viajes a Orán, eran normalmente relaciones secretas y
    fugaces, sin embargo en otras ocasiones March se dejaría ver en los
    más selectos restaurantes con sus flamantes conquistas que
    normalmente  no excedían de un par de días. Pero como la excepción
    confirma la regla,  March tuvo una “musa” que compartió con él
    muchos años de su vida, se llamaba Matilde Reig Figuerola y era
    natural de Burriana (Castellón), generalmente cuando había cenado
    en su Palacio, March pasaba con ella las veladas en el Hotel Ritz o en
    el lujoso piso que había puesto a su disposición en Madrid. Cuando
    March ingreso en la clínica “La Concepción” de Madrid a consecuencia del fatídico
    accidente de tráfico que le produjo la muerte, Matilde se instaló en una habitación
    contigua a la suya, compartiendo junto a él los últimos días de su ajetreada vida. 
    Fruto de todas estas relaciones, se le atribuiría  numerosa descendencia, pero también
    existe otra versión radicalmente contrapuesta mantenida por mi abuelo, incluso también
    por Indalecio Prieto: el joven March se habría quedado estéril a causa de a unas
    tremendas purgaciones contraídas en uno de sus primeros viajes a Argel. 
    El último pirata del Mediterráneo.
    Este es el título de la famosa biografía de Juan March que se publicó
    por primera vez en 1934. En esta obra Benavides actúa con rigor
    histórico, aunque en ciertos momentos se ensaña con el personaje,
    reproduce íntegramente el diario que Francisco Bastos Ansart,
    producto de una minuciosa investigación de nuestro protagonista. La
    publicación de este libro enfureció a March de tal manera que ordenó 
    quemar todas las ediciones que se  publicaban y el procesamiento de
    su autor. 
    Lo que muchos ignoran es el título de esta novela no fue obra ni de Francisco Bastos, ni
    de Francesc Cambó, ni por supuesto de Manuel Domínguez Benavides, fue el propio
    March quién se autoproclamó allá por los años 20, “El último pirata del Mediterráneo”.
    El propio Benavides relata  que la publicación de este libro provocó que acabara en la
    cárcel y que a punto estuvo de costarle la vida, pero lejos de acobardarse siguió editando
    su obra más famosa en la clandestinidad. Los Soviéticos la eligieron para enseñar
    castellano a los estudiantes rusos.
    La ideología política de Juan March.
    La ideología política de Juan March iba directamente relacionada a
    sus intereses económicos, prefería la derecha a la izquierda, pero no
    dudaba en pactar con esta última si sus intereses comerciales lo
    aconsejaban. Nuestro protagonista solía decir que el capitalismo
    propiciaba el reparto de la riqueza directamente proporcional a los
    méritos de cada individuo, mientras que el comunismo incentivaba  
    todo lo contrario.
    Los políticos, a su juicio, eran hombres que buscaban en la dirección del Estado los
    recursos que no podían hallar en los negocios, en definitiva peones fáciles de manejar
    para una inteligencia privilegiada como la suya, y si a ello añadimos las dotes de
    persuasión de su talonario, tendremos la combinación perfecta que hizo de Juan March
    el arma más letal del siglo XX para la clase política. 
    Juan March entre la Monarquía y la República.
    A pesar de las buenas relaciones que tuvo primero con Alfonso XIII
    y más tarde con el Conde de Barcelona, March opinaba que el poder
    no podía ser hereditario, solía decir que bastante desgracia tenía un
    padre que tenia que dejar todo su patrimonio a un hijo tonto, pero el
    destino de un país en ningún caso podía ser hereditario. A pesar del
    atropello que la Segunda República cometió sobre su persona,
    opinaba que era la forma más justa de gobernar una nación, de hecho
    sus últimas actuaciones en el terreno de la  política fueron para
    derribar a Franco e instaurar la Tercera República.
    Juan March y la Iglesia.
    La iglesia en opinión de Juan March era un estamento ligado siempre
    al poder, una impresionante organización internacional que había
    concebido  un hábil  servicio de información mediante la confesión,
    en definitiva  un potencial aliado con el que era preferible guardar
    buenas relaciones, en este sentido y generalmente a través de su
    esposa siempre la tuvo bien nutrida. March entregaba puntualmente a
    su mujer grandes cantidades de dinero para el mantenimiento de sus numerosos palacios
    y esta repartía buena parte de aquel capital entre los curas que la rodeaban
    constantemente. 
    March consideraba que el gran error de Carlos Marx había sido copiar de forma casi
    literal fragmentos de La Biblia para escribir la doctrina comunista, haciendo caso omiso
    de su párrafo más importante: “mi reino no es de este mundo”, en efecto para él, esta
    frase encerraba todo el misterio divino, una doctrina maravillosa, pero espiritual, una
    utopía que en ningún caso podía llevarse a la práctica.   
    Como repartía su tiempo Juan March.
    En el aspecto estrictamente económico, el tiempo que dedicaba Juan
    March a los hombres de negocios era directamente proporcional al
    provecho que podía sacar de ellos. En el aspecto personal y
    ciñéndonos a la época en que ya se había convertido en el hombre
    más rico de España, podríamos decir que no era muy madrugador, solía  levantaba a las
    9 de la mañana asistido por su ayudante de cámara. Durante el desayuno revisaba toda la
    prensa nacional y parte de la prensa extranjera, después recibía a sus colaboradores que
    le daban puntual cuenta de la marcha de sus empresas y al mismo tiempo le proponían
    nuevos negocios, March nunca se precipitaba en sus decisiones, solía meditar su
    decisión por la noche y contestaba como muy pronto a la mañana siguiente. El almuerzo
    lo solía compartir con hombres de negocios y políticos, aprovechando así también este
    periodo de tiempo para hacer negocios, su plato favorito era la paella, no hacía siesta,
    pero al terminar de comer solía sentarse en su butaca en la cual cerraba los ojos durante
    varios minutos (posiblemente para repasar mentalmente el estado de sus finanzas). Por
    la tarde continuaba recibiendo a sus colaboradores y responsables de sus empresas hasta
    la noche, en la cual después de cenar en su palacio, solía compartir con su musa Matilde
    algunas veladas, otras las pasaba con un grupo de amigos e intelectuales en el Hotel
    Palace ó Ritz de Madrid. Sobre la 1 de la madrugada se retiraba a su habitación con la
    ayuda nuevamente de su ayudante de cámara. 
    Sus empresas más emblemáticas.
    Juan March hizo parte de su fortuna comprando empresas y revendiéndolas más tarde a
    un precio muy superior, con todo, tuvo un apego muy especial a sus tres empresas más
    emblemáticas: 
    -Banca March, la entidad financiera que lleva su apellido atravesó
    cuatro etapas bien diferenciadas: la primera con el inicio de sus
    actividades financieras en 1905, la segunda  coincidió con su traslado
    a Palma en 1917, la tercera  en 1926 con su constitución formal y la
    cuarta etapa en 1946 mediante su  transformación en Sociedad
    Anónima por imperativo legal.
    -Trasmediterránea su empresa marítima a la que saco mucho jugo
    con el contrabando y  las indemnizaciones estatales, y de la cual
    regaló un importante lote de acciones a su amigo Alfonso XIII.
    -FECSA (Fuerzas Eléctricas de Cataluña Sociedad Anónima), esta
    compañía adquirió todos los activos de Barcelona Tractión Light and
    Power Company Limited después de que March consumara el mayor
    acto de piratería financiera de todos los tiempos, cumpliendo así con
    la profecía de Francisco Cambó, y como antaño hiciera el Cid
    Campeador ganó su última batalla después de muerto.
    Sus obras sociales y benéficas.
    Durante su vida Juan March realizó muchas obras sociales y benéficas, de sus primeros
    años podríamos destacar la Casa del Pueblo de Palma de Mallorca en 1924 y el
    Hospital de Caubet también en Mallorca en 1938, en cuyo acto de 
    donación  por cierto se orquestó  una campaña publicitaria mediante
    la exhibición de un cartel con el nombre de “Fundación March”. Pero
    en honor a la verdad, es preciso reconocer que estas donaciones no
    fueron espontáneas, generalmente tuvieron sendas contrapartidas.
    Sin embargo en 1955 crearía oficialmente la Fundación Juan
    March, con un capital sin precedentes en Europa, que superaba al
    Premio Nóbel en cuantía, con esta obra se convertiría en el mayor
    mecenas de la cultura e investigación en España. 
    La muerte de Juan March, ¿accidente o asesinato?.
    Juan March, uno de los hombres que más habían viajado  de su
    tiempo, paradójicamente murió a causa de las graves heridas sufridas
    en un accidente de tráfico ocurrido en una tranquila carretera de las
    afueras de Madrid, ¿pero realmente fue un accidente o por el
    contrario fue objeto de una conspiración para acabar con su vida? 
    Recientes  revelaciones   de un joven ingeniero que examinó el automóvil  de don Juan
    March arrojan más sombras que luces sobre este asunto, en efecto según este acreditado 
    testimonio el automóvil del magnate podría haber sido objeto de un sabotaje.
    La muerte de uno de los hombres más ricos y poderosos del planeta
    plantea necesariamente dos cuestiones: ¿quién o quienes podrían
    tener motivos para atentar contra la vida de Juan March? y ¿quién o
    quienes se beneficiarían de su muerte?. A pesar de que en 1962
    muchos de sus potenciales enemigos ya estaban bajo tierra, lo cierto
    es que este listado podría llenar decenas de páginas. En cuanto  la segunda cuestión, la
    lista se reduciría a poco más de una docena de  nombres.     
    A Rey muerto Rey puesto.
    Así reza en un viejo refrán que viene como anillo a Carmen Delgado de Roses, nuera de
    Juan March. En efecto esta extraordinaria mujer a la que su suegro no le dejó ni un solo
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  • céntimo en su testamento, se las arregló para hacerse con el control del imperio que
    habían heredado su marido y sus dos hijos varones. 
    Al poco tiempo de fallecer su suegro se presentó en el Palacio de Juan March en Palma,
    abrió la puerta de la alcoba de Leonor Servera (su suegra) y ordenó a sus sirvientes que
    se deshicieran de los retratos de sus respectivos suegros, a lo cual Catalina la criada que
    les había servido fielmente durante toda su vida, le replicó ¡que los tiremos! y doña
    Carmen le contestó: si los quieres te los puedes llevar.
    Pero este cambio de decoración no fue el único que realizó doña Carmen, en efecto el
    cambio más sorprendente fue una purga sistemática y fulminante de la mayoría de las
    personas de máxima confianza de don Juan March, gente leal que le había servido
    fielmente durante toda su vida. Bartolomé March alerto de ello a Catalina (la doncella de
    doña Leonor Servera), y esta le preguntó ¿y su hermano Juan que opina?, a lo cual
    Bartolomé sentenció “bebe coñac”. 
    Los herederos de su imperio.
    La relación de don Juan March con sus herederos fue siempre
    distante, era tanta la distancia entre sus órbitas que hacía muy difícil
    cualquier intento de comunicación entre ellos. En su testamento dejó
    a su hijo Bartolomé el 16,66%, a su hijo Juan el 43,34%, a su nieto
    Juan el 20% y a su nieto Carlos el 20% restante.
    Tal y como le había ocurrido antes a él con su abuelo, Juan March depositó todas sus
    esperanzas de continuidad en sus nietos, especialmente en Juan March Delgado, a tal
    efecto legó a sus dos nietos 40% de su inmensa fortuna, pero inexplicablemente en un
    hombre como Juan March cometió grave error de cálculo, les dejó solamente la nuda
    propiedad, ¿de que les sirvió a los nietos de don Juan March heredar  una inmensa
    fortuna si no pudieron  hacer uso de la misma hasta la muerte de su padre?. En aquél
    momento su padre ya había cambiado radicalmente el rumbo del imperio, había
    desaprovechado los años de la expansión turística, había cerrado de un portazo la
    expansión de la Banca March en la península, que el viejo pirata había iniciado en 1958.  
    Epitafio.
    Como si la historia quisiera borrar todo rastro de este Mallorquín
    Universal. Después de su muerte, y por distintos motivos se
    procedió a la demolición de dos de sus edificios más singulares, 
    que pertenecían al patrimonio histórico artístico y  cultural de
    Mallorca, se desguazó el buque de la Compañía Trasmediterránea
    que llevaba su nombre, sus herederos vendieron la mayoría de sus
    empresas más emblemáticas y también varias de sus propiedades
    más preciadas. 
    Pero coincidiendo con el cuarenta aniversario de su muerte, aparecieron sus manuscritos
    en la que fuera la casa del magnate de Santa Margarita, los únicos que se conservan
    escritos de su puño y letra, reapareciendo así el espectro de don Juan March emulando
    una vez más al Cid Campeador, revindicando con la publicación de esta colección el
    lugar que le pertenece en la historia.
                                                                              Santa Margarita, septiembre de 2004.