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MERCÁN.- No, no me importa. Fumar también es oler el humo. 
PARDIÑAS.- (Servil.) Gracias. Aunque a mi mujer no le gusta, dice
que toda la casa huele. 
MERCÁN.- ¿Tienes hijos? 
PARDIÑAS.- Cinco. Pero comen como veinte. 
MERCÁN.- (Íntimamente satisfecho.) Bien. Una ayudita cada semana
te vendría bien. 
PARDIÑAS.- ¡Ay, Don José! Por llegar desahogado al domingo sería
capaz hasta de matar. 
MERCÁN.- ¡Estupendo! 
PARDIÑAS.- ¿Cómo dice? 
MERCÁN.- No, nada. ¿Cómo te llamas? 
PARDIÑAS.- Ángel, Ángel Pardiñas. Para servirle. 
MERCÁN.- Me servirás, Ángel. 
(Ríen ambos, aunque el carcelero no sabe por qué. MERCÁN le mete
el mechero en un bolsillo como anticipo de otros regalos. A
PARDIÑAS le brillan los ojos. El humo del cigarro los envuelve,
ominosos y cómplices. Entra QUINTANAR. El carcelero sale. Se
saludan los amigos.) 
QUINTANAR.- ¿Cómo estás, JOSÉ? 
MERCÁN.- Ya lo ves, Manolo. Vacaciones pagadas. 
QUINTANAR.- ¿Cuándo saldrás? 
MERCÁN.- Cuando caiga Azaña y Lerroux forme Gobierno. 
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