El cuarto Poder era el de la letra de imprenta en
España en aquella época. Más no se crea por ello
que efectivamente los redactores o colaboradores
tenían personalmente ningún poder. ¡Pobres! Ellos
no eran más que los altavoces, los receptores y
transmisores de ondas, cautelosamente emitidas y
dirigidas por quienes, encubierta o descaradamente
se ocultaban tras de los tupidos cortinones de una
segura irresponsabilidad y fingida inocencia.
Víctor Ruiz Albéniz, 1914
Víctor Ruiz Albéniz en su libro !Aquel Madrid...! (1900-1914), lanza este
lamento, que como si se tratase de una premonición se convertiría en
realidad en sus propias carnes. Efectivamente este interesante personaje se
convertiría en médico de March y director de uno de los periódicos del
magnate, transformándose así en el altavoz que había denunciado antes.