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Nochebuena a expensas de Juan March
El hombre considerado como el más rico de España iba
a pasar la Nochebuena en la Cárcel Modelo de Madrid
en la categoría de preso. Para el mallorquín, fiel a las
tradiciones de su tierra natal, tuvieron que ser unas
jornadas muy tristes. No es sorprendente que, apenado
por su situación presente, y así lo entendieron muchos,
tuviera un rasgo generoso en ofrecer buenos elementos
para que sus colegas de encierro pudieran celebrar la
Nochebuena y olvidar su condición de presos. En la
tarde de la víspera de Navidades llegó hasta la puerta de la Cárcel Modelo
una camioneta del Hotel Palace, de Madrid. Transportaba una variedad de
comestibles y vinos con destino a los individuos encerrados. Como
espléndido donante de este regalo, que permitía  a los presos celebrar la
gran fiesta de paz y fraternidad del año, figuraba don Juan March, al que
toda la población conocía bien porque hacía medio año que estaba
encerrado allí. Lo curioso del caso es que la persona más sorprendida por la
llegada y entrega de los víveres y vinos procedentes del Hotel Palace fue
precisamente March. Era él uno de los principales accionistas del gran
establecimiento hotelero y, como no había dado orden alguna para dicho
regalo, pidió a la administración del hotel que se le informara de lo ocurrido. 
“No he hecho otra cosa que obedecer la orden que me dio usted en su
carta”, replicó el administrador mostrando un papel. Se trataba realmente de
una orden firmada por el mismo March. Éste, perplejo confesó: “Realmente
se diría que es mi firma, pero el caso es que yo no he firmado esta orden”.
March no dio muestras de enfado. Rápidamente analizó la situación: nada
sacaría denunciando la jugada de que había sido víctima; en cambio,
callando y aceptando la jugada se ganaría las simpatías de los que a su
espalda habían celebrado bien la Nochebuena y tal vez, con el tiempo,
sacará algún beneficio de una buena inteligencia con ellos. 
Fue de las pocas veces en su vida que renunció con una sonrisa en los
labios a no resarcirse de un daño que se le había hecho. Posteriormente, se
supo que el hábil falsificador de la firma de Juan March fue un técnico en
comunicaciones llamado Velardini.
Ramón Garriga Alemany, 1932.
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