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MERCÁN.- Yo tengo uno. Él tiene más.
(MATEO silba y surgen otras sombras acechantes. HEINRICH K.
hace un gesto a sus hombres para tranquilizarlos. Un sonido de
moscardas incómodo, persistente y malévolo, fluye de la oscuridad
fatídica.)
MERCÁN.- Nuestro plan está en marcha.
HEINRICH K.- Nos preocupa la improvisación.
MERCÁN.- Hay que dejar un margen para ella.
HEINRICH K.- No lo entiendo.
MERCÁN.- Porque ustedes son racionalistas y en España siempre ha
sido una herejía tener sentido común. Eso ha formado nuestro
carácter.
HEINRICH K.- ¿Por qué los españoles siempre hablan mal de su
país?
MERCÁN.- (Ríe.) Lo que gusta no se mejora.
(El alemán no entiende.)
Somos muy sentimentales: aquí lloramos por la belleza de una flor,
pero eso no impide que matemos al jardinero. Por eso siempre vemos
a España como un problema personal: a unos les duele y a otros no les
gusta.
HEINRICH.- ¿Y a usted?
MERCÁN.- A mí no tiene por qué gustarme la vaca que quiero
ordeñar.
HEINRICH K.- Eso nos da confianza. ¿Para cuándo nuestro plan?