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El secretario está ordenando. Se le ve más seguro de sí mismo, como
si hubiera absorbido la esencia manipuladora de su jefe. Entra
MERCÁN.)
MERCÁN.- ¿Está ahí el meritorio?
VILLANUEVA.- Ya no es meritorio.
MERCÁN.- No, claro, ahora es padre de familia.
VILLANUEVA.- Dos hijos y otro en camino.
MERCÁN.- Bien. Que pase.
(Entra el periodista menos arrogante que en su primera aparición.
MERCÁN le da la mano y luego le señala una silla. )
Volvemos a vemos, señor Figueroa.
FIGUEROA.- (Tose.) Sí.
(Hay una pausa en la que MERCÁN y su secretario se miran,
cómplices.)
MERCÁN.- ¿Y está vez qué le ha pedido su diario?
FIGUEROA.- (Con un cierto balbuceo.) L-Lo mismo.
MERCÁN.- Ya. ¿Empezamos por donde lo dejamos o escribimos la
segunda jornada?
FIGUEROA.- Como usted quiera.
MERCÁN.- Entonces que sea la continuación.
FIGUEROA.- (Consultando papeles de su carpeta.) Pues... en
1933 estuvo usted en la cárcel. Perdón, no quisiera...
MERCÁN.- Por Dios, señor Figueroa, usted cumple con su obligación
preguntando. Veamos, la cárcel, sí. Hace casi un año. Dijeron que por
defraudar a Hacienda. (Ríe.) Si metieran en la cárcel a todos los que
defraudan al Estado, no habría transeúntes.
FIGUEROA.- Retiraron la querella cuando cayó Azaña y Lerroux
subió a la Presidencia de la República.
(MERCÁN juega con el silencio, componiendo un gesto de
expectación, para finalmente alargar su cuello y cernirse, juguetón,
sobre el periodista.)
MERCÁN.- ¿Cuál es su pregunta?
FIGUEROA.- (Azorado.) Pues... Es que... como se dice que usted y
Lerroux son amigos...
MERCÁN.- ¿Desde cuándo es noticia un verbo impersonal? «Se dice,
se comenta, se ha oído...» es el estilo de los periodistas cobardes.
Perdone, no voy contra usted sino contra las consignas que ha recibido
de sus jefes.