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moras ni a la Legión a reprimir la comuna asturiana. ¿No lo
comprendes? Aquí aún soñamos. 
MATEO.- Pero es que yo no soy... 
(Ella le abraza desesperadamente para evitar que hable.) 
IRENE.- ¡Eres San Jorge y matas dragones! Y aunque no fueras todo
lo que he imaginado, te quiero como a un hombre sin más: ni
anarquista, ni comunista, ni socialista. 
(MATEO la posee con ternura.) 
(Llorando.) ¡Así, así! ¡Un hombre, sólo un hombre, un hombre que
suda y jadea! 
(El oscuro arropa su desesperación. 
QUINTANAR se entrevista con MERCÁN en la casa de éste.) 
QUINTANAR.- Adivina, por su estilo, quién ha dicho esto (lee un
diario.): «Hay que defender a vida o muerte y con exaltación frenética
la unidad de España». 
MERCÁN.- Primo de Rivera. 
QUINTANAR.- No, Calvo Sotelo. 
MERCÁN.- ¿Qué quieres darme a entender, Quintanar? 
QUINTANAR.- Que en nuestra baraja sólo puede haber un as de
espadas. Primo de Rivera está perdiendo influencia, mientras que la
enorme popularidad de Calvo Sotelo le ha permitido crear un Bloque
Nacional. 
MERCÁN.- Nuestro objetivo era provocar el caos para derribar la
República. Ahora tenemos esa oportunidad. 
(MERCÁN le enseña una carpeta.) 
Manolo, te había llamado porque tengo documentos comprometedores
contra el Gobierno. 
(QUINTANAR carraspea y huye la mirada.) 
¿Qué pasa? 
QUINTANAR.- José, mi grupo opina que Alejandro Lerroux y Gil
Robles están creando una República de derechas que nos satisface. 
MERCÁN.- ¡Nuestro objetivo era derribar la República, fuera del
signo que fuese! 
QUINTANAR.- Los resortes políticos están ya en nuestras manos, y
es de prever que, al igual que Hitler hizo en Alemania, la destrucción
del régimen republicano pueda llevarse a cabo, legalmente, desde
dentro. Ya no es conveniente la violencia, ni, como dijo Primo de
Rivera, «la dialéctica de las pistolas». 
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