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FIGUEROA.- Yo no...
MERCÁN.- Estamos en noviembre de 1934 y en los tres años
transcurridos desde que se proclamó la República, ha empeorado la
situación social, incluso ha habido insurrección en Asturias. Es un
malestar muy grande y la consecuencia puede ser un enfrentamiento
civil.
FIGUEROA.- ¿Lo cree usted?
MERCÁN.- ¿Que si creo el qué? ¿El enfrentamiento? ¿Opina usted
que yo creo el enfrentamiento civil?
FIGUEROA.- No, no. Yo dije que si creía usted en la posibilidad de
una guerra civil. No que usted la creara.
MERCÁN.- (Decepcionado.) ¡Ah!
(Hay una pausa en la que parece que MERCÁN se ensimisma, pero de
pronto mira fijamente al periodista.)
Señor Figueroa, ¿le publicaron mis opiniones sobre la República?
FIGUEROA.- (Sorprendido, tose.) N-No.
MERCÁN.- ¿Le dieron alguna explicación?
FIGUEROA.- No.
MERCÁN.- ¿Le han aumentado el sueldo?
FIGUEROA.- No.
MERCÁN.- ¿Está contento en su diario?
FIGUEROA.- No.
MERCÁN.- ¿Quiere trabajar para mí?
FIGUEROA.- Sí.
MERCÁN.- Bien. Ahora, cuénteme algo que valga sus tres sueldos.
FIGUEROA.- Perdón, no se si le he entendí...
MERCÁN.- Usted trabaja en un diario que es una fuente de
información.
FIGUEROA.- Sí, es cierto.
MERCÁN.- Y como le creen un hombre insignificante, hablan delante
de usted como si no estuviera. No se azore. Ellos creen que usted es
insignificante, pero yo no, por eso le contrato. ¿Qué ha oído?
FIGUEROA.- Que hay mucha gente que conspira contra usted.
MERCÁN.- Es lógico, tengo muchos enemigos.
(El periodista saca un papel de su carpeta y se lo da a MERCÁN.)
FIGUEROA.- No hablo de sus enemigos, sino de sus amigos.
(MERCÁN lee el papel y luego se lo pasa a su secretario.)